domingo, 26 de mayo de 2013

“Finalidades de la educación pública en México: una aproximación histórica”.



“Finalidades de la educación pública en México: una aproximación histórica”.

A la educación se le han adjudicado diversos poderes ya sea desde corregir las desviaciones de la moral y la costumbre de la gente, pasando por el fenómeno de la prosperidad nacional y el amor a la patria, hasta la formación de los valores propios del ciudadano moderno, es decir, del que goza de los derechos y de las obligaciones políticas establecidas en la construcción. Algunos antecedentes sobre el debate de finales del siglo XVIII y principios del XIX que muestran el ambiente de transición entre la educación tradicional del antiguo régimen y la libertad moderna a la que aspiraba.

 

1.       No puede ver república ni nación bien ordenada si no hay buenos ciudadanos.

La necesidad de difundir entre las masas la educación de primeras letras adquirido importancia desde la segunda mitad del siglo VXIII. Se destacó la importancia de extender la educación para contrarrestar la idea de que los habitantes de la Nueva España eran salvajes, ignorantes y barbaros. Antonio Álzate y José Ignacio Bartolache se empeñaron en demostrar que los americanos eran tan racionales como los europeos y que no eran inferiores en genio, capacidad, virtudes y costumbres.

2.       Se autoriza al gobierno para arreglar la enseñanza pública en todos los ramos.

Hasta la reforma de Valentín Gómez Farías y José María Luis Mora, se dictaron diversas disposiciones para organizar, supervisar y controlar la educación elemental por parte del gobierno. En octubre de 1833 se decretó la autorización para que el gobierno arreglara en todos sus ramos la enseñara pública y se estableció la Dirección General de la instrucción pública para el Distrito y los territorios de la Federación. En junio de 1834 se expidió el reglamento para organizar la instrucción pública en el Distrito Federal. A través de esta dirección, el gobierno asumía las siguientes: nombraría a los maestros de escuela y a sus auxiliares, concedería licencias laborales, cuidaría que los alumnos asistieran puntualmente a clases, cumplieran con sus deberes y si fuera el caso expulsaría de los establecimientos a aquellos que incurrieran en faltas graves, designaría los libros para la enseñanza elemental, aprobaría los reglamentos de enseñanza, supervisaría las escuelas, expediría títulos correspondientes a los profesores de ciencias y artes, y especialmente cuidaría que en las escuelas particulares no se enseñara doctrinas perniciosas a la moral y a los derechos políticos de la nación.

3.       Querer libertad de enseñanza y vigilancia del gobierno es querer luz y tinieblas.

La cima del debate educativo se alcanzó en el Congreso  Constituyente de 1856-1857. El diputado soto se señalaba diversas ventajas de libertad de enseñanza: la posibilidad de que cada quien adelantara en los estudios según sus propias facultades, que los padres se asociaran ente ellos o con las municipalidades para contratar maestros, que los propios padres educaran a los niños en el hogar y que las personas acomodadas financiaran en escuelas. Arriaga decía que no solo en las cátedras se enseñaba sino que también enseñan los libros, amigos y las madres.


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